HIJO, POR ESTO SOMOS DEL ATLETI: ATLÉTICO 0-0 PSV (8-7)

Lo que se vivió ayer en el Calderón fue la Champions en estado puro. Una afición encendida al máximo por el máximo sueño del fútbol europeo. Un partido de altos vuelos contra un gran PSV que demostró que de asequible, no tenía nada.

El Atlético sufrió teniendo que dominar y llevando la iniciativa. Eran los holandeses los que se sentían más cómodos en la cancha y comenzaban a inquietar con sus llegadas a Oblak. Los rojiblancos lo pasaban mal, no conseguían tener la pelota y la presión de los hombres de Cocu les hacía recular demasiado. Guardado comandaba las operaciones del cuadro tulipán mientras que Locadia y De Jong eran un constante peligro para los corazones de los aficionados colchoneros. El encuentro era de infarto, a vida o muerte, con una tensión que se mascaba en cualquier rincón del mundo en el que se estuviera viendo el partido. Griezmann tuvo medio partido en una buena combinación con Koke pero su disparo lo sacó un imperial Zoet.

La entrada al campo del ‘Niño’ Torres dio otro aire al Atlético. Les dio empuje y movilidad ante la lentitud de Bruma en defensa. Sin embargo, la ocasión más clara la tendría Van Ginkel que disparó al palo tras rechazar milagrosamente Oblak con una mano sacada desde los cielos. El Calderón era un hervidero de sentimientos y de sufrimiento. El Cholo en el banquillo contagiaba a los suyos para intentar meter el primero, pero no llegaba. Nadie quería, por su bien, una prórroga, pues ahí la tenían. Media hora extra para intentar decidir una eliminatoria memorable.

Los decibelios del juego se apagaron, que no los de la grada. Ambos equipos eran conscientes del peligro que podía tener arriesgar más de la cuenta. Los legionarios del Cholo sabían que en la segunda parte habían hecho todo lo posible y arriesgado suficiente, decidieron calmar las aguas. Con el mar más calmado, transcurrían ambos navíos por el océano hasta encomendarse a la suerte de los penaltis. Esa lotería a la que nadie le gusta jugar pero que todos aceptaron con resignación.

11 metros. Esa era la distancia entre la gloria o el infierno, entre el cielo y el inframundo. El PSV los enchufaba todos y obligaba en cada lanzamiento al Atleti a anotar. Pero el ‘Pupas’ ya pasó a la historia y no fallaban. Imaginen a las 55.000 almas en el estadio. Algunos no querían ni verlo, se tapaban con cualquier prenda los ojos para no contemplar la posibilidad de caer al fuego eterno. Fue ahí cuando tras siete penaltis de cada equipo, todos anotados, Narshing enviaba su disparo al larguero. Estallaba la caldera del Manzanares, quizá el único momento de alivio en todo el partido. Había que meterlo. Juanfran era el encargado de que no se rompiera la escalera hacia el Olimpo. El grito más famoso del mundo sonó en todo Madrid. Lo había conseguido, la había metido. Juanfran había dado el pase a los suyos y la tensión se liberó.

Las puertas del cielo continúan abiertas para este ejército. El Coloso del Manzanares sigue vivo y está entre los ocho mejores de Europa, donde tiene que estar. En otras ocasiones decimos que el Atleti es el dolor de muelas de cualquier equipo, en esta ocasión lo fue el PSV de Cocu. Un equipo valiente y que compitió a la par con uno de los máximos candidatos a levantar la ‘Orejona’. Los legionarios del Cholo están en cuartos. Agárrense que vienen curvas.

Juan Lorenzana Prieto

@juanlp91

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