Conforme la temperatura asciende mientras llega el verano en el hemisferio norte, vemos
también como las competiciones continentales en Europa llegan a su punto de emoción máxima. La cita en esta ocasión fue en la ciudad de Basilea, donde dentro del St Jakob Park arribó el retador Liverpool a la caza del tetracampeón reinante de la Europa League, el Sevilla de Unai Emery.
Como dictan los cánones no escritos del fútbol, ambos equipos se sacudieron las etiquetas que tratan de dar razón de favorito a uno sobre el otro, pues como en toda final, no cuentan las estadísticas, solamente los goles a lo largo de los ’90 marcan diferencia.
La primera mitad del encuentro ambos conjuntos se respetaron en demasía, atreviéndose de a poco a ofender el campo rival, hasta que conforme los minutos avanzaron el Liverpool notó al contrincante tanto dubitativo como falto de idea para ir al frente, por lo que comenzó a merodear cada vez cerca del marco hasta que una genialidad de Daniel Sturridge rompió la parcialidad en el marcador al cachetear el esférico desde fuera del área con la parte externa del pie izquierdo para hacer estallar a los aficionados «reds» que se dieron cita en Suiza.
El tanto conseguido puso en estado grogui al conjunto español, quien terminó los primeros cuarenta y cinco minutos replegado en su esquina, esperando por la chicharra que terminara el primer asalto.
Uno de los tantos misterios del fútbol como los ingredientes del agua «milagrosa» que aplican a las lesiones junto con las hormigas atómicas que de repente barren a los futbolistas para hacerles caer de manera misteriosa, es la charla del técnico a sus jugadores para hacerles reaccionar y hacerles volver al partido. En esta ocasión, cualesquiera que fuesen las linduras que Emery haya dicho a sus jugadores hicieron eco en todas las líneas, pero sobre todo tuvieron efecto inmediato para Kevin Gameiro, quien apenas comenzada la segunda mitad tomó la pelota y la puso en el fondo de las redes en la primer jugada de la segunda mitad para devolver la sangre y espíritu al Sevilla.
A partir de ese momento, los roles en el juego cambiaron de lugar; las oportunidades de los ingleses cada vez fueron menos y los Sevillistas insistieron cada vez más frente al marco de Mignolet, hasta que Coke también logró responder a la charla del descanso con el míster. En primera instancia, marcó la voltereta al ’63 y repitió la dosis al ’70 con una dudosa jugada que el colegiado terminó por validar.
Basilea se hizo sucursal andaluza durante los últimos veinte minutos. Los aficionados del españoles dejaron la garganta al ver como los minutos se extinguían junto con la oportunidad rival de poder empatar pese a los esfuerzos que se quedaban tapados por la zaga defensiva. Gameiro salió al ’88 vitoreado por los fieles, a la vez que también reconocían con voces el doblete de Coke que dio la quinta Copa UEFA a las vitrinas del club de sus amores mientras eran testigos de como Europa por tercer año consecutivo se pintaba de blanquirrojo.
Sergio Domínguez
@Corey_Cohen