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Dormirse estando en el paraíso y despertar en el infierno, sentirse el patrón del universo y darse cuenta que no eres nadie, luchando como guerrero para acabar batido, matarse con sus propias manos. Esta fue Bayern-Juventus, octavos de final de la competición del juego más bello del mundo, la Champions League.
Con la conciencia de ir a jugar por la historia, en una de los principales escenarios del fútbol mundial, la Juve buscó aquella hazaña soñada, querida, casi imposible después del empate en la ida. Este deseo estuvo a punto de convertirse en realidad, cuando el dios del fútbol empezó a jugar con los dados, mezclando las cartas de manera imprevisible.
Un equipo de Allegri prácticamente perfecto en todos lados salió ganador en la primera parte del show: hambre, gana, fuerza, cabeza e intensidad “bianconera” dominaron a los alemanes. Pogba y el golazo de Cuadrado luego de una asistencia maravillosa de Morata parecían cerrar la eliminatoria. El Bayern parecía un boxeador en el suelo, a la espera solamente del último respiro del silbato del timbre.
La segunda parte inició con algo de superfluo, algo de ya decidido, fundamentalmente un entrenamiento con miras al campeonato. Así no fue, el Bayern se despertó del infierno y volvió a ser el equipazo que todos conocemos, lo que encanta con su técnica, por su manera de ocultar la pelota a cualquier adversario. Unas fallas increíbles de Morata dejaron salir al “monstruo rojo” de Bavaria: Lewandoski y sobre todo Muller, al ultimo minuto de juego, pusieron la eliminatoria a favor de los alemanes. Este empate por un lado forzó la Juve a la prórroga, por otro lado la mató psicológicamente.
30 minutos de oscuridad para los italianos y de luz para los de Guardiola se presentaron en la prórroga. Un equipo “bianconero” shockeado paró de jugar, dejándose totalmente a la merced de “Lewa” y compañía. El gol de Thiago Alcántara y el maravilloso gol del “ex” Coman regalaron el pase al conjunto de casa. La escuadra alemana subió a la élite del fútbol europeo después de una actuación de doble cara, siguiendo siempre con la conciencia de ser la única que puede contrastar el domino español en el viejo continente. A los once de Allegri queda el amargo rencor de no haber podido aprovechar hasta el final de todas las ocasiones creadas y sobre todo, la pesadilla de una noche loca donde tiraron literalmente a la basura una llave para llegar al paraíso.
Federico Titone
@fedetitone